El amor de Dios me rodea.
Al pensar en las cosas físicas que me hacen sentir bien, quizás piense en una taza de chocolate caliente en un día frío o en el fuego de la chimenea en una noche de invierno. Puede que piense en un abrazo cariñoso o en palabras de aliento por parte de un amigo.
Todavía más profundo y satisfactorio que estas experiencias agradables es el consuelo que recibo de la seguridad del amor de Dios en mí. Si he sufrido una pérdida, me dirijo a Dios en oración y siento Su consuelo y paz.
En lo profundo de mi corazón sé que Dios siempre me rodea y reanima con Su infalible amor. Este amor siempre se mueve en mí y por medio de mí, fortaleciéndome y ofreciéndome sosiego.
En lo profundo de mi corazón sé que Dios siempre me rodea y reanima con Su infalible amor. Este amor siempre se mueve en mí y por medio de mí, fortaleciéndome y ofreciéndome sosiego.
Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.—Mateo 28:20
Comentarios
Publicar un comentario