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Mostrando entradas de febrero, 2010

Orar por otros

Me uno al Espíritu al orar por otros. Cuando oro sé que soy uno con lo Divino. En esta unidad, me siento vinculado con mi familiares, amigos, con mi comunidad y con todas las personas. Cuando oro por otra persona—quizás alguien con una preocupación de salud, enfrentando una situación financiera o tratando con un problema familiar—me vuelvo receptivo al Espíritu y al vínculo que compartimos. Quizás ore por salud, prosperidad o paz. Sin embargo, mi oración por cualquier persona es en realidad una oración por el mundo. Afianza el vínculo divino que todos compartimos. Cuando oro tengo fe en que mis oraciones son contestadas. Agradecidamente, sé que todo está bien. Y todo lo que pidáis en oración, creyendo, lo recibiréis.—Mateo 21:22 ..

NEUTRALIDAD

La Neutralidad es un estado de consciencia. Es también una virtud necesaria especialmente cuando vamos a implementar importantes cambios en nuestra vida o cuando atravesamos por situaciones difíciles y caóticas. Para alcanzar este estado de neutralidad necesitamos conectar primero con nuestra naturaleza interna de paz. En el estado de neutralidad ni juzgamos ni criticamos ni saltamos a conclusiones en relación a lo que sucede o vemos, no entramos en reacciones. Gracias al estado de neutralidad nos distanciamos de lo que sucede fuera, nos convertimos en un observador, y vemos la globalidad de lo que está sucediendo. Neutral no significa pasivo, desde la neutralidad podemos descubrir maneras de ayudar y de contribuir en las situaciones. La neutralidad es un estado en el que dejamos que nuestro intelecto y nuestras emociones descansen en un profundo estado de paz, lo cual nos da mucha claridad. Por ejemplo, en las relaciones, cuando no permanecemos neutrales, vemos a las personas, reco

Fe

La fe es mi base sólida. En medio de un bosque una semilla cae de un árbol, echa raíces en el suelo y comienza a crecer. Aun en el bosque más denso, la semilla germinará, se convertirá en un arbolito y extenderá sus ramas hacia la luz. Como esa semilla, mi fe aumenta continuamente, alimentada por la oración. Alimento mi fe con pensamientos, palabras y acciones positivas. Interactúo con los demás, y recibo con beneplácito la sabiduría y comprensión de la gente. Así como un árbol cobija a quienes están a su alrededor, mi fe me da consuelo, seguridad e inspiración. Me proporciona paz y me incita a seguir adelante. Estoy enraizada en la fe. De cierto os digo que si tenéis fe y no dudáis, no solo haréis esto de la higuera, sino que si a este monte le decís: “¡Quítate y arrójate al mar!”, será hecho.—Mateo 21:21   .

En la conciencia de la presencia de Dios, espero.

En el silencio de la oración, espero. Al descansar mi cuerpo, permitiendo que mi respiración se estabilice, afirmo la presencia de Dios. Doy gracias por las bendiciones recibidas. Afirmo salud y prosperidad para mí y los demás, y dejo ir la ansiedad. Puedo apreciar la presencia de Dios en mis interacciones diarias. La percibo en la sabiduría de una persona en quien confío, en la sonrisa de un amigo, en la voz de un niño. Percibo cómo la presencia de Dios se refleja en mí y en todo a mi alrededor. Al contemplar el detalle más pequeño o los sucesos más grandes, sé que la presencia de Dios está allí por igual. Encuentro gozo verdadero en esperar, atento a la presencia de Dios. Descanso y espero. Jehová es Dios justo. ¡Bienaventurados todos los que confían en él!—Isaías 30:18 .

El amor de Dios me rodea.

Al pensar en las cosas físicas que me hacen sentir bien, quizás piense en una taza de chocolate caliente en un día frío o en el fuego de la chimenea en una noche de invierno. Puede que piense en un abrazo cariñoso o en palabras de aliento por parte de un amigo. Todavía más profundo y satisfactorio que estas experiencias agradables es el consuelo que recibo de la seguridad del amor de Dios en mí. Si he sufrido una pérdida, me dirijo a Dios en oración y siento Su consuelo y paz. En lo profundo de mi corazón sé que Dios siempre me rodea y reanima con Su infalible amor. Este amor siempre se mueve en mí y por medio de mí, fortaleciéndome y ofreciéndome sosiego. Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.—Mateo 28:20

La Guia Divina

Recibo inspiración divina para la acción correcta. Qué seguridad tan maravillosa es ésta: “Hágase la luz”. Qué bendición es saber que la luz de Dios está en mí, día y noche, en los tiempos buenos y en los difíciles. Uno con Dios, enfrento cada día con confianza. La luz de Dios me llena con pasión—la pasión de explorar nuevos horizontes. La luz de Dios me inspira a la acción correcta—acciones que bendicen mi mundo y a las personas en él. En la luz de Dios tengo acceso a una energía creativa divina. Reconozco que tengo el poder de expresar mis habilidades y talentos de maneras nuevas y emocionantes. La luz de Dios irradia poder en mi vida. Confío en y acepto esta luz, dando gracias por la iluminación que faculta mi mente y cuerpo llenando mi vida de satisfacción. Dijo Dios: “Sea la luz”. Y fue la luz.—Génesis 1:3